Jugando con armatodos

5 minuto(s) de lectura Publicado: 2024-12-18

Ayer, en una típica reunión decembrina familiar bogotana, justo después de la novena, hablabamos entre todos. En un momento empezamos a hablar de lo que hacíamos cuando eramos niños. Mi primo mencionó que yo jugaba mucho con armatodos. Y sí. Me encantaban. La conclusión a la que llegué en ese preciso momento es que nunca me dejaron de gustar. Simplemente empecé a jugar con otros armatodos, hasta llegar al actual favorito: el computador.

Mi primer armatodo: Un armatodo (duh)

Cuando era un enano de 5 o 6 años pasaba la mayoría de mis días jugando con armatodos. Recuerdo ser feliz haciéndolo. También recuerdo que lo hacía sin intención. El que mejor recuerdo tenía este aspecto:

Un armatodo genérico, en una bolsa plástica cilíndrica con cremallera

También tenía un montón de piezas de madera, sin encaje, con las que construía cosas. Esas eran perfectas para destruir la estructura que habías construido, de la forma más dramática posible. Era estimulante. Podía imaginar algo y materializarlo fácilmente. Además, tenía mucho control. Casi total. Podía dejar que mi curiosidad me condujera sin preocuparme con más. Esa es la primera forma de diversión que recuerdo.

Mi segundo armatodo: LEGO con esteroides

A los 11 años, mis papás me regalaron un kit LEGO MINDSTORMS NXT 2.0. Ese ha sido el mejor regalo de navidad que me han dado en la vida. Lo conservo hasta ahora y sigue siendo muy divertido usarlo. El kit tiene algunos cientos de piezas con las que puedes crear un montón de cosas. Las piezas pueden dividirse en cuatro tipos:

Todas las piezas inteligentes eran conectadas al controlador con un conector muy parecido al RJ-11.

El humanoide, el modelo más complicado de los que te enseñaban a armar en el manual.

Este juguete fue mi obsesión por 2 años, y un hábito por 4. Me hizo inmensamente feliz.

Mi tercer armatodo: El computador

Antes de entrar a la universidad, quería estudiar ingeniería mecatrónica. Me dije a mi mismo que me gustaba la robótica, y unos cuantos halagos de profesores me pusieron en las nubes. Afortunadamente, fui cuestionado. En 2016, le comenté a mi profesora de biología, una señora alta y vieja, con aliento a café quemado, que quería dedicar mis años universitarios a la robótica. Ella frunció el ceño y cambió su postura, dirigiéndose a mí. Me miró a los ojos y podía sentir su mirada como una niebla en mi cabeza. Me dijo: "La mecatrónica no es futurista", con un gesto facial de negación tan contundente que yo lo imito a veces. No desarrolló sobre su afirmación, pero su seguridad y su confianza fueron suficientes para plantar una duda en mi mente (si, soy un ingenuo). Yo no quería perderme el futuro, y ya no estaba tan seguro de mis aspiraciones.

Esos años fueron muy interesantes. Tenía algo más de libertad, así que podía salir a la calle y comprar algunas cosas. Hice cohetes, bombas de humo, un TV-B-Gone, un armador de cubos de Rubik con mi NXT, un lanzapapas miniatura (más bien un lanzaisopos). Mi mamá incluso me regaló un extintor, por si acaso.

Mi experimentación me dio mucha confianza en mis habilidades y, ya que entrar a la universidad era el paso a seguir, me hizo buscar una carrera que me diera la mayor cantidad de habilidades posible. Mecatrónica seguía en el radar, pero había competencia: estudiar ciencias ahora era muy atractivo, especialmente algo como física o matemáticas. Sin embargo, había un pero: ¡Yo quería usar mis habilidades para seguir creando cosas! No me bastaba con aprender las reglas.

Lo que más sentía en ese momento era miedo. No quería comprometerme con algo que me condenara al aburrimiento de por vida. Afortunadamente, una noche de 2018 entré a la página web de la Universidad Nacional de Colombia. Ya lo había hecho antes, pero esta vez ví algo distinto. No sé si antes no había puesto atención, o si cambiaron la página entre alguna de mis visitas. Había una nueva carrera: Ciencias de la computación: el estudio del computo. Informática. Computología (esta es un poco rara).

En las ciencias de la computación no te preocupas por crear muchas cosas con el computador, sino por entender el computo como un fenómeno al estilo de las ciencias naturales. Lo modelas matemáticamente y lo estudias. Aunque esta propuesta me traía los mismos miedos que estudiar otra ciencia natural, había una diferencia: esta carrera tenía asignaturas prácticas. Era el lugar perfecto para juntar la construcción real de habilidades con la obtención de herramientas abstractas. Además, tenía muchas matemáticas, y de las bonitas.

El computador es el mejor armatodo. El mejor regalo que he recibido, de una persona que nunca habría imaginado. He creado de todo. He entendido de todo a través de él. He experimentado tanto con él, que me ha enseñado cosas de elementos fuera de su dominio. Me ha enseñado sus límites. Me ha enseñado los límites de jugar con armatodos, y me ha enseñado que no todo es un armatodo, algo que nadie antes se había atrevido a decirme. ¡Debieron haberlo hecho!